Las urnas no bastan: desafíos y oportunidades para la democracia ecuatoriana

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Por: Alejandro Reyes Guzmán
Politólogo y abogado ecuatoriano, especialista en ciencia, tecnología y sociedad, con experiencia en análisis de datos y gestión de proyectos de desarrollo socioeconómico.

Las urnas no bastan: desafíos y oportunidades para la democracia ecuatoriana

El 9 de febrero, Ecuador se enfrenta a una elección clave que definirá el rumbo de la presidencia, la Asamblea Nacional y el Parlamento Andino, sino también el modelo de democracia para los próximos años. ¿Nos encaminamos hacia un sistema disfrazado de ‘eficiencia’ o lograremos defender las instituciones democráticas en un contexto de crisis?

Más allá de los resultados electorales, el país tiene la oportunidad de fortalecer sus instituciones democráticas y consolidar un modelo de gobernanza basado en el diálogo y el consenso.

Ecuador atraviesa una crisis multidimensional que impacta a diversos sectores de la sociedad. La pobreza afecta al 28% de la población, mientras que el 12.7% vive en condiciones de pobreza extrema. A ello se suman desafíos en seguridad, empleo y servicios básicos, además de la inestabilidad de estos con cortes de luz de hasta 14 horas. 

En este contexto, el debate electoral ha girado en torno a la seguridad, pero es fundamental abordar de manera integral las necesidades económicas y sociales del país. La informalidad laboral alcanza al 58% de la población, y solo un tercio de los trabajadores accede a empleo digno. La discusión sobre la flexibilización laboral se ha convertido en un tema central de la campaña, pero ¿se trata de una solución real o de una precarización disfrazada de modernización? En realidad, se deben considerar soluciones que promuevan el crecimiento económico sin sacrificar derechos fundamentales.

El proceso electoral refleja un país polarizado, con propuestas divergentes sobre el futuro de Ecuador. Entre los candidatos con mayores probabilidades de avanzar a segunda vuelta, existen visiones contrastantes sobre la seguridad, el papel del Estado y la democracia. Es crucial que el debate se centre en la búsqueda de soluciones sostenibles y respetuosas de los principios democráticos, garantizando el equilibrio de poderes y el respeto a las libertades individuales.

Históricamente, el autoritarismo no llega con botas militares ni discursos incendiarios, sino con promesas de estabilidad, a esto llamamos la trampa del autoritarismo funcional. La historia reciente nos da ejemplos: de Estado policial con apoyo masivo; políticas sociales bajo el argumento de la “libertad económica”; y el regresar con una agenda que pone en jaque los principios democráticos tradicionales. Ecuador no es ajeno a esta tendencia.

Es fundamental no repetir los errores del pasado, sino aprender de ellos para mejorar la forma de hacer gobierno. 

Entre los dos candidatos con mayores opciones para avanzar a la segunda vuelta, Noboa y González representan modelos que han generado tanto expectativas como preocupaciones. Noboa, con su enfoque de mano dura, plantea medidas de seguridad que podrían derivar en un Ejecutivo con pocos contrapesos institucionales. González, por otro lado, enfrenta el reto de distanciarse de las prácticas de corrupción y tensiones políticas. La clave no está en elegir entre extremos, sino en construir un camino donde el fortalecimiento institucional, la rendición de cuentas y la participación ciudadana sean pilares de la democracia ecuatoriana.

En la región, se han presentado diversas estrategias para enfrentar crisis de seguridad y gobernabilidad. Experiencias en América muestran enfoques distintos en cuanto al fortalecimiento institucional y la relación entre el Ejecutivo y la ciudadanía. Ecuador debe aprovechar estos aprendizajes para fortalecer su propio modelo democrático, garantizando transparencia, rendición de cuentas y participación ciudadana.

La confianza en las instituciones es un pilar fundamental para la estabilidad democrática. Es imprescindible promover un sistema político que fortalezca la institucionalidad y fomente la participación activa de la ciudadanía. La discusión sobre el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) ilustra otro frente de batalla en la estructura democrática del país. Mientras algunos lo ven como un ente politizado y disfuncional, su eliminación podría significar un nuevo golpe a los mecanismos de control y contrapeso del poder.

Estos temas no son secundarios: son piezas fundamentales en el tipo de país que se decidirá en las urnas. La democracia no solo se erosiona con militares en las calles, sino también con reformas que reducen derechos bajo la excusa de la eficiencia. 

El peligro no está solo en quién gana, sino en lo que aceptamos como “normal”. Si la democracia se convierte en una formalidad vacía, será difícil recuperarla cuando la necesitemos.

¿Y ahora qué?

La juventud ecuatoriana tiene en sus manos una decisión crucial. Votar es solo el primer paso. Lo que sigue es resistir el avance de cualquier modelo que socave derechos y libertades. No se trata de nostalgia por un pasado idealizado ni de entregarse a la desesperanza. Se trata de exigir una democracia real, donde el poder no sea un cheque en blanco y donde el miedo no dicte el futuro del país.

El acto electoral es apenas el umbral de un proceso político y social más complejo; la verdadera resiliencia democrática se pondrá a prueba al día siguiente, cuando la ciudadanía deba asumir la vigilancia crítica sobre el rumbo del país.

Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente al/la autor/a y no reflejan necesariamente la postura de la Misión Presidencial Latinoamericana y del Caribe, ni de la Fundación Esquipulas para la paz, la democracia, el desarrollo y la integración, ni de la Global Peace Foundation Centroamérica, organizaciones que conforman el Ecosistema para la transformación social, construyendo una región de oportunidades.

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