El presidente, Luis Lacalle Pou, y la vicepresidenta, Beatríz Argimón, juraron ante la Asamblea General en presencia de varios primeros mandatarios
Al ritmo del Pericón Nacional interpretado por la Orquesta Juvenil del Sodre, Luis Lacalle Pou y Beatriz Argimón ingresaron por la alfombra roja del Palacio Legislativo -donde minutos más tarde juraron como presidente y vicepresidenta.
Él de traje azul marino de Studio Muto y ella de vestido y chaqueta azul Francia, confeccionado por la joven diseñadora duraznense Agustina Dupouy.
Luis Alberto Lacalle Herrera, expresidente y padre de Luis Lacalle Pou entró al balcón que ocupaban los familiares del nuevo mandatario en las barras y se quedó unos minutos observando la Asamblea General. El exjefe de Estado, se sentó en la primera fila y miró para abajo. “¿Y?”, preguntó por la demora. Se había votado un cuarto intermedio. Su hijo ingresó por la puerta central al hemiciclo y lo ovacionaron.
El Coro Nacional del Sodre, junto a la soprano Luz del Alba Rubio, entonaron el himno nacional. Mientras cantaron las estrofas del himno: “Tiranos temblad”, la diputada del Partido Comunista Verónica Mato colocó su puño en alto. En tanto, otro diputado comunista, Gerardo Núñez, lució la bandera de Cuba en su remera en protesta por la no invitación al presidente de ese país Miguel Díaz-Canel, a la ceremonia.
El expresidente blanco estaba visiblemente emocionado. Cantó el himno y su voz se le entrecortó. Su hijo, Juan José, le acercó un vaso de agua. El rey de España llegó tarde y Lacalle Herrera advirtió su ingreso, avisándoles a sus nietos.
La ansiedad del expresidente se mezclaba con su emoción. “De pie”, dijo acompañando con un gesto con las manos y dos saltitos mirando a los legisladores de la bancada blanca que no se habían dado cuenta que venía el momento del juramento de Lacalle Pou.
“Yo, Luis Alberto Lacalle Pou, me comprometo por mi honor a desempeñar lealmente el cargo que se me ha confiado y a guardar y defender la Constitución de la República”, juró el blanco y dejó un segundo de silencio. Y su padre se vuelve a adelantar con el aplauso. Le tocó el turno a Argimón y la que gritó emocionada hasta las lágrimas fue Glenda Roldán. “¡Grande Bea!”, dijo desde la barra alta donde estaban los invitados.
Mujica la invistió, pero titubeó a la hora de decir el cargo: “presidenta… vice del Uruguay”, aclaró y luego -al oído, fuera de micrófono- le explicó que también es la presidenta de la Asamblea General.
El discurso del nuevo presidente comenzó saludando a sus colegas: a los expresidentes Sanguinetti, Mujica y a Lacalle. “Señor expresidente y querido padre, Luis Alberto Lacalle Herrera”, dijo y su voz se entrecortó casi hasta las lágrimas.
El líder herrerista se tomó la cara, y desde el balcón miró a su hijo. Los legisladores lo ovacionaron y él aceptó el honor de pie tocándose el corazón con su mano derecha.
El discurso de Lacalle Pou fue escuchado con atención. Aplaudido por los socios de la coalición, y algunas pocas aprobaciones frenteamplistas. En las barras lo siguió el embajador en España Francisco Bustillo con el cardenal Daniel Sturla, quienes se dieron un fuerte abrazo. Otros invitados fueron Sergio Puglia, la bailarina María Noel Riccetto y el empresario argentino Francisco de Narváez.
En la sala escuchaban Luis Almagro, los presidentes de Brasil, Jair Bolsonaro; de Chile, Sebastián Piñera; de Colombia, Iván Duque y de Paraguay, Mario Abdo Benítez.
Pero la “estrella” fue el brasileño. El diputado riverense blanco Gerardo Amarilla fue el primero en subir a saludarlo. La de Artigas, Valentina dos Santos, se acercó para pedirle una selfie, y al final Sanguinetti y Jorge Larrañaga mantuvieron una charla de unos minutos con él.
No solo dentro del Parlamento, también en los alrededores del Palacio Legislativo, Bolsonaro se robó la atención cuando fue a saludar a la gente que estaba detrás de las vallas. Rodeado de media docena de agentes de seguridad, el presidente de Brasil le dio la mano a los presentes y levantó una bandera de Uruguay. “Bolsonaro, Bolsonaro, Bolsonaro”, gritaban los uruguayos que se acercaron al Palacio Legislativo para presenciar el pasaje de Lacalle Pou y Argimón por avenida Libertador.
Bolsonaro felicitó a Lacalle Pou y antes de salir de sala escuchó un llamado del balcón familiar del nuevo mandatario. Era el padre del flamante presidente. Y el brasileño devolvió el saludo con su sonrisa y su clásico gesto de las dos manos apuntando a Lacalle Herrera.
Familiares llevaron carteles y pancartas
“No son historia son presente, que nos digan dónde están”. La pancarta se colgó sobre el mediodía en las vallas ubicadas sobre la avenida del Libertador y Nicaragua.
A medida que pasaban los minutos se le sumaban carteles con nombres de personas desaparecidas durante la dictadura en Uruguay.
Es que los integrantes de la organización Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos también ocuparon un espacio entre la gente que se acercó a las inmediaciones del Palacio Legislativo.
“Al próximo gobierno le seguimos insistiendo por verdad memoria y justicia y nunca más”, dijo a El País Silvia Bellizzi, una de las integrantes de Familiares. “Mi hermano desapareció en Buenos Aires el 19 de abril de 1977”, agregó.
Bellizzi sostuvo que “hay un compromiso de parte del señor electo presidente (Luis Lacalle Pou) de que se va a seguir con la búsqueda”.
Cuando el auto clásico en el que se trasladó Luis Lacalle Pou y la vicepresidenta Beatriz Argimón, desde el Palacio Legislativo a la plaza Independencia, pasó por el lugar todas las pancartas fueron levantados bien alto para que el presidente las pudiera ver.
A eso se sumaron los cánticos y las palmas al ritmo de “nunca más, nunca más”. Una vez que desfiló el último caballo por la avenida del Libertador algunos integrantes de Familiares se sumaron a otro grupo de personas que, con guitarras y cánticos, comenzaron a bailar sobre la vereda.
La multitud también cantó el himno en el entorno del Palacio Legislativo
Miles de personas se congregaron en los alrededores del Palacio Legislativo para participar, de alguna manera, del acto de investidura del nuevo presidente.
El público, mezclado con decenas de periodistas a los que les fue vedado el ingreso al recinto, soportó bajo un sol intenso la ceremonia, sin tener real conocimiento de cómo se venía desarrollando, porque no se colocaron pantallas gigantes en la Avenida de las Leyes.
En el silencio de una ciudad que se encontraba paralizada a la espera de la caravana presidencial, también resonó el Himno Nacional, cantado por aquellos que siguieron la transmisión en vivo desde sus celulares.
Igualmente hubo aplausos cuando Lacalle Pou fue investido por Mujica y cuando culminó el discurso del presidente.
En esa espera, que se prolongó más de lo previsto, hubo cánticos de “Lacalle presidente”, “Uruguay, Uruguay” y “que viva la patria”.
Como es habitual en este tipo de eventos, no faltó quienes se hicieron su agosto. Vendedores de sombreros estuvieron de zafra, lo mismo que vendedores de helados y refrescos. También había quien ofrecía, “a voluntad”, pintar los rostros con los colores del Pabellón Nacional.
El momento esperado por todos se dio cuando el auto que perteneció al bisabuelo de Lacalle Pou, Luis Alberto de Herrera, subió la escalinata del Palacio para comenzar la marcha -casi a paso de hombre- por Avenida del Libertador.
El Ford modelo V8 club Cabriolet de 1937 estuvo horas aguardando a la intemperie -y al rayo del sol- su turno para volver a ser protagonista de una jornada histórica.