Declaración de Brasilia

Nosotros, reconociendo, ratificando y asumiendo los elevados principios y objetivos de la Declaración de Asunción del 22 de octubre de 2010, conscientes que la región posee la reserva estratégica más grande del mundo, en fuentes de energía y alimentos, tanto desde el punto de vista de su explotación como de su potencial.

Asumiendo nuestras respectivas responsabilidades nacionales, con el propósito rector de inspirar nuevos sueños, acciones y realizaciones que proporcionen mayores beneficios para nuestros pueblos y la humanidad, nos congregamos para colaborar con las fuerzas políticas, educadoras y espirituales del continente en su reflexión para redescubrir verdades olvidadas y retemplar un renovado compromiso ético con las generaciones futuras.

Quienes tuvimos en compromiso de adoptar decisiones que buscaron promover la calidad de vida de nuestros conciudadanos, más que nunca apelamos al poder político y a todas las fuerzas sociales a vivir por el bien de los demás con vocación generosa y solidaria para que tan ingentes recursos sean equitativamente desarrollados y que nuestro presente no exponga nuestro futuro.

De nuestra inteligencia y decisiones dependerá que tanta riqueza real y potencial no sea una excusa o motivo para conflagraciones internas o internacionales abogando por una sociedad que viva en paz y sin temor a la guerra o la opresión.

La consigna, por tanto, debe ser: incrementar el rendimiento de las energías y los cultivos alimentos, mejorar la interconexión de infraestructuras, racionalizar hábitos de consumo.

La historia nos advierte que ningún sistema social sobrevive cuando los excluidos son más que los incluidos, y cuando éstos con egoísmo pretenden agotar los recursos naturales de que disponen. Entonces, formulamos un ferviente llamado:

A que valoremos con visión altruista y eficiente la disponibilidad de recursos que la naturaleza nos brinda, porque de su correcta administración, explotación e interconexión con una renovada dimensión ética, dependerá la vida digna de millones de seres humanos.

Es el tiempo de reconocer y superar nuestros errores del pasado y volver a soñar con lograr las grandes metas de este Continente:

–          Lograr la integración de América Latina y el Caribe sobre la base de valores comunes, el respeto a las libertades, el vivir uno por el bien del otro dejando de lado egoísmos nacionales y fortaleciendo una democracia real, efectiva y que garantice tanto la libertad como la equidad.

–          Promover un renacimiento espiritual y moral para fortalecer la familia, la educación, inclusión de los jóvenes y alcanzar la igualdad de oportunidades.

–          Reconocer la diversidad cultural de América Latina y apoyar propuestas de desarrollo integral para los pueblos afro descendientes e indígenas.

–          Ser un Continente que de esperanza para alcanzar una sola Familia Humana bajo Dios.

Este urgente llamado lo hacemos invocando a Dios y a la buena voluntad de los hombres.

Este es el texto que quedó consensuado por los presidentes aquí presentes y les invitamos que pasen a suscribir. Una última reflexión: todo esto significa un liderazgo nuevo, inspirador en ética e innovador para cambiar prácticas culturales del pasado.

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