La historia ecuatoriana lleva impreso el nombre de Jamil Mahuad, ex presidente que tomó una de las decisiones más audaces y trascendentales para su nación: la dolarización. Aunque el paso fue esencial para estabilizar una economía en picada, el precio político y personal para Mahuad fue elevado. Solo once días después de implementar esta medida, en medio de una efervescencia social, fue depuesto por un golpe de Estado, llevándolo a un exilio del que no regresaría.
Actualmente, con 74 años, Mahuad ha encontrado refugio académico en Boston, donde imparte clases en la renombrada Universidad de Harvard. Desde esa posición, ha tenido la oportunidad de reflexionar sobre la dolarización, enfatizando que, aunque fue la solución para una economía en crisis, no la considera una panacea universal. En entrevistas recientes, aclara que no se siente como un “predicador” de este sistema monetario, sino como alguien que tomó decisiones difíciles en tiempos aún más difíciles.
Ecuador, en la última década del siglo XX, enfrentaba lo que muchos describirían como una “tormenta perfecta” de adversidades. El fenómeno climático de El Niño causaba estragos, la inflación se disparaba al 65% anual, y más de la mitad de la población vivía en condiciones de pobreza. Para complicar aún más el panorama, la crisis asiática cerró mercados internacionales, dejando al país con escasas opciones financieras.
En ese contexto tumultuoso, la dolarización aparecía no solo como una medida económica, sino casi como una necesidad humanitaria. Aunque controversial, esta estrategia buscaba ofrecer estabilidad y confianza en una nación ávida de cambio y soluciones.
A dos décadas de distancia, el legado de Jamil Mahuad sigue siendo objeto de debate. Sin embargo, su determinación y valentía para tomar decisiones difíciles en medio de la adversidad son innegables. La dolarización, con sus luces y sombras, ha dejado una marca indeleble en la historia económica de Ecuador.
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