En la actualidad, vivimos en un mundo acelerado, donde el flujo constante de información y la vorágine de la vida diaria nos hacen pasar por alto el valor de ciertas conquistas y logros. Entre estos logros, se encuentra la paz. Hoy, en el marco del Día de la Paz, resulta fundamental echar la vista atrás, reflexionar sobre nuestros pasos y comprender la relevancia de la paz que prevalece en América Latina.
Olinda, en su reciente discurso, nos invita a una introspección, a recordar y valorar de dónde venimos y lo que hemos conseguido. “Damos todo por sentado”, dice, evidenciando esa tendencia humana de enfocarnos en lo que nos falta, olvidando a menudo lo que ya hemos conquistado.
La historia de América Latina, a lo largo de las décadas, ha estado marcada por periodos de inestabilidad, de gobiernos no democráticos y de dificultades en su desarrollo. Sin embargo, la región ha vivido una transformación notable. Hasta hace poco, muchas de nuestras naciones luchaban por establecer democracias consolidadas, buscando un sistema en el cual la voz de los ciudadanos fuera la protagonista y guía de su destino.
Nuestros indicadores de desarrollo, si bien aún presentan desafíos, han mostrado avances significativos en comparación con tiempos anteriores. Olinda nos recuerda que hemos avanzado, que hemos crecido y que hemos sentado bases más firmes para el bienestar de nuestras poblaciones.
Pero quizás el logro más sobresaliente que Olinda destaca, y que merece especial atención en este Día de la Paz, es el hecho de que América Latina se destaca como la única región del mundo que se encuentra en paz. En un planeta donde más de 50 conflictos se están desarrollando actualmente, nuestra tierra emerge como un remanso de paz, un lugar donde la armonía prevalece sobre el caos.
Es un hecho que debe ser valorado y protegido. Si bien la paz es una condición que todos deseamos, la realidad global nos muestra que no es algo que pueda darse por sentado. Requiere esfuerzo, diálogo, comprensión y, sobre todo, memoria. La memoria de nuestras luchas pasadas, de las adversidades superadas y de la voluntad inquebrantable de nuestras naciones para seguir adelante.
En este Día de la Paz, inspirados por las palabras de Olinda, celebremos nuestra fortaleza, nuestra unidad y nuestra capacidad para mantener y valorar la paz que hemos logrado. Miremos al futuro con esperanza, pero sin olvidar nuestra historia, pues ella es la que nos recuerda la importancia de cada logro y nos insta a no dar nada por sentado.